Que el Gran Genoma nos bendiga a todos

Cena-navideñaA la nenita, Violeta, de unos seis o siete años, se la habría confundido fácilmente con aquélla del abriguito rojo que salía en una película muy, muy antigua, que algunos se empeñaron en catalogar como clásico, pero que la mayoría de vosotros no habréis visto. Y sólo por el color de su abrigo. En cuanto a su madre, que tiraba de ella entre los maravillados viandantes, las orquídeas, los cristales Swarovski, espumillón y guirnaldas y un sinfín de precoces decoraciones de Beldad—pues habían asomado sus naricitas respingonas toda clase de tallas a principios de noviembre— ésta habría podido confundirse con cualquiera de nuestras bellas, cívicas, ejemplares ciudadanas.

—Mamá, ¿qué es un podre?

—¿Un podre?… Hum… No sé, hija. ¿Qué es un podre?

—No es una adivinanza, mamá. La educadora Fresia nos ha explicado lo que hacían antes los humanos y la historia de la Beldad. Y nos ha dicho que antes había podres y que lo llamaban Navidad y que la gente los invitaba a comer en Navidad y que ya no hay podres porque la podresa la han ec-s-tirrr-pa-do los Muy Ho-no-ra-bles Señores Polítícos.

—Ah… Perdona, hija, es verdad, es verdad… Los po-bbb-res existían antes de las reformas y no tenían iema.

—¿Noooo? ¿No tenían iema? Y entonces, ¿cómo pagaban?

—No pagaban, no podían y no tenían nada.

—Pero los buenos zudiadanos… Les invitaban a comer, ¿no?

—Sí, sí, mi amor, claro que sí.

—¿Y le pedían los retoques al Gran Genoma por Beldad?

—Hum… No, me parece que no. Porque cuando había pobres los humanos aún no habían descubierto al Gran Genoma y sólo les importaba comer.

—¡Hala! ¿Y eran gordos?

—Los Buenos Ciudadanos no. Eran vegetarianos y hacían ejercicio, me parece, pero los otros, sí. Y los pobres no, hija, porque no tenían iema para la comida.

—¿Y a que ya no hay podres, mamá?

—Bueno, sí. Pero muy, muy lejos.

—¿Dónde?

—Pues en sitios donde no están los Muy Honorables Señores Políticos.

—Mamá, cuando tú eras pequeña, ¿había podres?

—Huy, no, qué va, hija. Los podres… por el Gran Genoma… Los po-bbbres desaparecieron hace veinticinco años o así.

—¿Y tú cuántos tienes?

—Veinte.

—Ah…

—Oye, hablando de otra cosa, ¿has etiquetado al Gran Genoma ya en tus mensajes?

—Sí.

—Muy bien, ¿y que hemos pedido este año?

—Lentillas de colores, una mochila de Tous, un vestido de Chanel y un set de pesas Spalding.

—¿Y no te gustaría también una Barbie Spa?

—¡Hala, mamá! Que eso es un juguete de feícas.

—Ya lo sé, cielo, mami sólo te toma un poco el pelo.

—Mamá, en mi cole hay una niña que se llama Petunia y es feíca.

—Sí, ya lo sé, hija.

—Y los niños no se ajuntan con ella. Y el otro día le estaban pegando.

—¡Huy, qué horror! Hija, que no me entere yo de que tú pegas a otros niños porque son feícos, ¿eh?

—No, mamá, yo no. Yo soy Cívica y soy buena zudiadana, como tú.

—Se dice ciudadana.

—Ya… Oye, mami, ¿podemos invitar a Petunia a tomar ponche L’Oréal por Beldad?

—Pues no sé, hija. Tendrá que pasar el día con su padres, digo yo. Además, no es tan fácil, hija

—¿Por qué?

—Pues porque los feícos son de otra manera.

—¿Sí? ¿Y cómo son?

—Pues no creen en el Gran Genoma; no depuran sus genes en cada generación, no tienen hijos antes de los treinta, no comen tofu ni beben miso…

—¿Nooo? ¿Y qué comen?

—Animales, hija.

—¿Síiii? Pero vivos, no, ¿verdad?

—A veces sí.

—Pues Gladiolo dijo un día que los feícos son carníbales y se comen a otra gente guapa para volverse guapos, pero la educadora Fresia le dijo que no diga mentiras.

—Ya te he dicho mil veces que no hagas caso de lo que dice Gladiolo, hija. No es un buen ciudadano… Es igualito que su padre…

—¿Su padre es malo?

—Su padre ha estado en la cárcel por prevaricación.

—¿Qué es eso?

—Nada, hija, no me hagas caso. Pero de lo que diga Gladiolo, tú no te creas nada… ¡Ah… Que el Gran Genoma te bendiga!

—Y a ti, mamá.

1 comentario en “Que el Gran Genoma nos bendiga a todos

Deja un comentario